"deriva" y en vertical "derrame", y con menos frecuencia en tronco de cono.
En sus múltiples variables, el abocinamiento constituye la solución de compromiso para obtener los máximos ángulos de observación y tiro con la mínima abertura en el muro, nada fácil si se tiene en cuenta los grosores habituales de este último, que al distanciar al tirador del plano externo de la muralla generaba abundante espacio muerto. Esa grave limitación se corrigió en parte con el achaflanado del abocinamiento, en la mayoría de los casos intramuros, aunque en la segunda mitad del siglo XV empezó a difundirse en aspilleras y cañoneras el abocinamiento externo, particularmente la deriva lateral conocida como canonniére á la francaise, que tiene algún extraño y remoto precedente fechado a fines del siglo III o comienzos del IV en las murallas urbanas galorromanas de Dax (Landas), bien conservadas hasta su derribo por la municipalidad hacia 1856, precedente situado junto a la Puerta de San Vicente y al que se le atribuye funciones de aspillera para balista o imbornal de drenaje. El abocinado externo llevaría a ulteriores ensayos como el ensanchamiento troncocónico y a la deriva y derrame escalonados, destinada a soslayar el efecto de "embudo" que para los proyectiles contrarios produce el abocinamiento externo, disposición escalonadas vigente en troneras v cañoneras de los búnkers actuales.


El abocinamiento interno, el más antiguo y frecuente, consistía básicamente en una cámara de tiro, más tarde tabuco ventanero, que se cierra con una acusada deriva enmarcando como jambas el vano de tiro, normalmente muy angosto y vertical, al que pronto se añadiría un ensanchamiento en su base, el oillet anglo-francés, para facilitar el disparo, así como un derrame inferior destinado a favorecer la trayectoria deprimida que hostiga los aproches inmediatos.